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Pico con plumas caudales y con las plumas caudales pico -eslabones de la cadena, en un impulso obligatoriamente primitivo- multiplicadas por series vuelan las aves incansables, con sus rutas marcando el cielo.
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Y si viajar es perderse, y esa confusión es lo que inconscientemente atrae a cada viajero, pues sí, debería de sentirse privilegiada al lograr esos objetivos.
“¿Me siento?” – lanzó la pregunta para sus adentros.
Viajamos para encontrar lugares, otras casas, nuevas “como nuestras casas”. Y ya no importa en cuál de ellas una se despierta.
Cuando se enojaba veía sólo las diferencias y divisiones, y sin embargo mientras estaba de buen humor tendía a unificar todo y todos. Crear misteriosas redes de conexiones, puntos comunes y capas sobrepuestas como estratos entremezclados, que se absorben unos con otros. Hasta el grado de la confusión. Porque nos separamos de lugares, desprendemos de lo acostumbrado y de todo lo que en antaño era nuestro horizonte con sus puntos de referencia. El ruido del fondo, la gama cromática, escenario… regresan como oleaje de recuerdos
-¡maldita nostalgia! me choca que fuera tan cliché, a pesar de creerme (ridículamente) tan tan original.-
Pues realmente somos muchos así. Venimos por series. Como las casas del fraccionamiento. Con el tiempo, a veces, nos individualizamos un poquito, pero la base con cuál nos han hecho es seriada. Algo como las copias, sin embargo imperfectas.
Podemos ser extraños, en ocasiones, no sólo respecto del espacio sino de ciertas trayectorias históricas que nos formaron. Los hábitos y gustos de las nuevas generaciones, cada vez más fugaces, vuelven raros comportamientos que en otros tiempos se vivieron como identidad nacional. ¿Cómo actuar entre lo que considerábamos normal y lo transgresor que nos fascina y desestabiliza? ¿Qué tipo de consenso social es posible en este juego incesante entre pertenecer y salir?
El extranjero no es sólo el excluido de la lógica social predominante. Es también el que tiene un secreto: sabe que existe otro modo de vida, o existió, o podría existir. Si es un extranjero en su propia sociedad, un extranjero-nativo, sabe que hubo otras formas de trabajar y divertirse, de comunicarse y trazar el horizonte, antes de que llegaran turistas, empresas trasnacionales o jóvenes que cambiaron los modos de hablar y hacer. Una de las experiencias de extranjería perturbadoras respecto de lo “propio” es la del migrante o exiliado que retorna a su país de origen diez años después y, al expresarse frente a sus connacionales con gestos o palabras que ya no se usan, escucha que le preguntan “¿usted no es de aquí, verdad?”
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